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El rechazo al cuerpo y la meditación



Isabel pensaba que todo el mundo estaba pendiente de su cuerpo. Nació con una mancha de nacimiento muy oscura en el brazo. En verano los otros niños le preguntaban sobre la mancha y ella sabía responder -no se sentía ofendida- pero entendió que su cuerpo, al tener una marca, recibía más atención que los demás.
En la adolescencia comenzó a ocultar su cuerpo, vestir con ropas anchas, dejó de ir a la playa y la piscina. Sentía que su cuerpo cambiaba, que aparecían curvas, grasa donde ella no esperaba y no quería que los demás la vieran. Y comenzó a fantasear con tener un cuerpo esbelto y delgado, y esta fantasía se convirtió en una tirana durante algún tiempo. En alguna ocasión se vio obligada a ponerse en bañador en la piscina universitaria y esto hizo que aumentara el problema.
Al volver a casa recordaba las miradas de las demás personas dirigidas a su cuerpo como puñales, y se quedaba atrapada por este malestar que venía una y otra vez a su mente. Se terminaba llamando monstruo a sí misma, despreciando su cuerpo y se ponía a comer como una forma de sentir algo de alivio, y al final aparecía la culpabilidad.

Una vez que aprendió a meditar, Isabel comenzó a aceptar la sensación de estar expuesta y sentirse observdada por los demás. Empezó a aceptar la experiencia emocional de que su cuerpo fuera visto y supuestamente criticado por los otros. Durante la meditación evocaba las emociones que le eran tan dolorosas. En lugar de luchar contra el malestar, comenzó a abrazarlo mientras inhalaba y exhalaba. Poco a poco aprendió a darle la bienvenida a todas las asociaciones que había hecho con la experiencia de ser observada y sentirse el centro de las miradas.
Comenzó a ir a la piscina y al mismo tiempo se concentraba en la respiración siendo consciente de todos los movimientos que hacía su cuerpo. Al principio podía sentir que las miradas que ella sentía como puñales de los otros eran amortiguadas por la respiración. Se hizo consciente de todos los pensamientos destructivos que se le pasaban por la cabeza, sabiendo eso, que simplemente son pensamientos, que ella era otra "Cosa" que estaba por encima de esos pensamientos.

Isabel comenzó a tener más conciencia corporal con el ejercicio del barrido corporal y a sentirse menos angustiada cuando entraba en conexión consigo misma y su cuerpo. Poco a poco fue integrando su esquema corporal que estaba distorsionado. Y estos ejercicios de meditación fueron claves para su evolución como persona.

5 comentarios:

  1. Inhalo...Exhalo...y entre medias, busco mi centro....

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  2. Qué bonita entrada, sin aceptación no puede haber tranquilidad ni tampoco espíritu de cambio, en el caso de proponérselo.

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  3. Espero que disfrutes del aquí y el ahora durante la búsqueda, Faro.
    Yago, antes de proponerselo creo que viene también un poco de aceptación del sufrimiento.
    NAmasté

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